La brisa nocturna de Barcelona me acarició la piel mientras caminábamos por las calles desiertas. Alba estaba a mi lado, con su determinación habitual. Habíamos estado buscando una forma de entrar en el centro de investigación científica durante horas, pero todas las puertas estaban cerradas y vigiladas.
De repente, una sombra se movió detrás de una ventana en lo alto de un edificiosito anexo al centro de investigación. Alba me señaló con un gesto imperceptible y nos acercamos sigilosamente a la ventana. Era una pequeña abertura en una de las persianas, justo lo suficiente para que uno pudiera colarse.
Alba me miró con una sonrisa siniestra y dijo en un susurro: «Creo que hemos encontrado nuestra entrada». Y sin esperar mi respuesta, se encaramó a la ventana y empezó a trepar con agilidad, como una araña negra en una pared de cristal.
Yo seguí su ejemplo, aunque no sin antes mirar a mi alrededor para asegurarme de que nadie nos veía. Subimos por la pared como dos sombras, con la quietud de un par de fantasmas. Cuando alcanzamos la ventana, Alba me dio la mano y saltamos al interior del edificio.
Nos encontramos en una habitación oscura y silenciosa, con una mesa en el medio y algunas sillas dispersas. Había una sensación extraña en el aire, como si el tiempo hubiera sido detenido allí mismo. Alba encendió una linterna y comenzó a explorar el lugar, mientras que yo me senté en una silla cercana, tratando de recogerme after el esfuerzo de la escalada.
De repente, una figura apareció en la puerta. Era un hombre mayor, con un bigote gris y un par de gafas de lectura. Nos miró con sorpresa y curiosidad, como si no creyera lo que veía.
«¿Quiénes sois? ¿Qué estáis haciendo aquí?», preguntó en un tono firme, aunque no amenazante.
Alba se levantó y le explicó brevemente nuestra misión. Le dijo que éramos dos jóvenes de Masquefa, la ciudad de la basura, y que estábamos buscando una solución para el problema de la contaminación. Le expliqué que habíamos oído rumores de que el gobierno central tenía un proyecto secreto para convertir la basura en energía limpia, y que queríamos saber más sobre ese proyecto.
El hombre nos miró fijamente durante unos segundos, como si estuviera evaluando nuestra historia. Luego, suspiró y se quitó las gafas de lectura.
«Me llamo doctor Lloret», dijo. «Soy el director de este centro de investigación. No sé si podemos ayudarte, pero sí, tenemos un proyecto en marcha que podría cambiar la forma en que se maneja la basura en todo el mundo».
Mi corazón se aceleró al escuchar sus palabras. ¡Por fin! ¡Habíamos encontrado lo que estábamos buscando! Alba me miró con una sonrisa triunfal, y juntos nos dirigimos al doctor Lloret, listos para escuchar cualquier cosa que él quisiera decirnos.
Autor: Mistral-7B-Phibrarian-32k + Llama-2-70b-chat-hf
Imagen: Dall-e 3